Alberto Barciela. Periodista.
Hay lugares que, por su geografía, adquieren la cualidad de refugios. La isla de A Toxa, con su atmósfera de jardín en la ría de Arousa, es uno de ellos. Cada año, con el ocaso del verano, esta tierra de balnearios y salitre se transforma en un puerto de ideas, un punto de encuentro para la reflexión. El Foro La Toja-Vínculo Atlántico ha conseguido consolidar su identidad, fusionando lo local con lo global, el murmullo de las bateas con las grandes cuestiones de nuestro tiempo. Es en este marco que la figura del Rey Felipe VI se erige como un faro indispensable. Su presencia, confirmada para inaugurar este cónclave, no es una mera formalidad; es un acto de fe en el diálogo, un testimonio de la relevancia de este encuentro.
El Rey, que en su agenda diaria lidia con el oleaje de la política internacional, con discursos que marcan el rumbo de España en foros como la ONU, encuentra en Galicia, y más concretamente en O Grove un remanso de paz. Aquí, en las aguas calmas de la ría, se siente a gusto, cercano, aplaudido por empresarios, políticos, autoridades y periodistas. Un espacio donde la polarización se diluye en un ambiente de cordialidad. Se le ve escuchar, reír en el encuentro cercano e informal de los almuerzos, descansos y tertulias, y dejar a un lado el proceloso oleaje de la política exterior para sumergirse en atención plena a la profundidad de los debates. Su figura, un eje de equilibrio, es fundamental en una política enrevesada y desencontrada.
Este año, la solemnidad del encuentro se verá realzada por la entrega del Premio Foro La Toja – Josep Piqué a los padres de la Constitución, Miquel Roca Junyent y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Ellos, los dos únicos supervivientes de los siete arquitectos de la Ley fundamental de 1978, simbolizan el consenso y la capacidad de dejar a un lado las diferencias para construir un proyecto común. El Rey entregará este galardón en un contexto donde el pacto de convivencia resuena con más fuerza que nunca, en una España que necesita recuperar la senda de la moderación. Su presencia aquí no solo honra a los premiados, sino que reafirma el valor de la Transición, de la modernidad y del compromiso con la paz.
El éxito de esta travesía, de este “Davos gallego”, se debe, en gran parte, a la visión de la familia López Seijas, liderada por Amancio. Su compromiso ha garantizado que el foro mantenga su espíritu de excelencia, convirtiéndolo en un faro de debate para los próximos meses. Con la presencia de figuras como Michael Ignatieff, escritor y profesor canadiense, Ernesto Zedillo, ex presidente y economista mexicano, Mariano Rajoy, ex presidente de España, y muchas otras personalidades, A Toxa se consolida como un espacio de pensamiento donde la serenidad de la ría y la profundidad de los ponentes convergen de forma magistral. La travesía del foro, una vez más, promete ser fértil y útil, un pequeño milagro liberal y atlántico que orilla tiempos convulsos.
Años atrás, en este mismo foro, el presidente de la República de Portugal, Rebelo de Sousa, proclamó su admiración por el Rey, a quien describió como un monarca joven, serio, preparado y un pilar del mundo iberoamericano. Su elogio resonó con la calidez del encuentro, un testimonio de la sintonía que existe entre dos naciones hermanas y sus líderes. Estas palabras, pronunciadas en un ambiente de amistad, reflejan el papel del Rey como un interlocutor valioso y un referente de estabilidad en el contexto global. Su capacidad para escuchar y dejarse aconsejar, incluso en los momentos informales, le otorgan una autoridad moral que va más allá de su cargo.
Así, la llegada de Su Majestad a A Toxa, un lugar donde se siente querido y esperado, es un acto que trasciende la simple inauguración de un evento. Es un reencuentro con un ecosistema de pensamiento, una reafirmación de su papel como jefe de Estado en una política cada vez más polarizada. Su presencia es un ancla que brinda seguridad, un recordatorio de que los puntos de equilibrio son necesarios para avanzar juntos. El Rey Felipe VI, el monarca mejor preparado de la historia de España, es una figura de consensos en un tiempo de fracturas, un faro en la niebla que se cierne sobre la política exterior e interior. Su visita es una declaración de intenciones: un compromiso con el diálogo, la democracia y el futuro de una España unida y próspera.