Víctor Arribas
Periodista, Director y Presentador del Telenoticias 1 de Telemadrid
Hubo una vez en España un periodismo dialogante, de admiración a todos y admirado por todos, que conciliaba sensibilidades enfrentadas (aunque no lo crean, a veces tanto como ahora) y sentaba a la mesa de un plató de televisión o un estudio de radio a todos los que decidían sobre esta Comunidad. Aquél periodismo era integrador y moderado, espectacular e ilusionado. Cuántos profesionales de hoy deberían haber conocido y trabajado con Constantino para darse cuenta de que hay otra forma de ser útiles para la sociedad.
La primera llamada que recibí de él fue en la primavera de 1990. Sin conocerle, ya me valoraba. Tanto que me quiso para su equipo en Radio 16, de la que yo sabía muchas cosas por su tertulia El Brasero. Yo quiero ser como Constantino, repetía aquél redactorzuelo con 23 años, y ya ves querido amigo, tres décadas y media después hemos comprobado que nunca llegué tan alto. Luego vino la primera comida con los jefes de las secciones de Madrid de las radios madrileñas, y allí estábamos el de Onda Cero, el de la Cope añorado y nunca olvidado Ángel del Río, el de Radio España Juan Ignacio Ocaña, y el de la SER, Carmelo Encinas. De ellos cuatro aprendí mucho de lo que hice en los años de Álvarez del Manzano, Leguina y Gallardón. Pero él fue especialmente influyente en mi desarrollo profesional por el cariño con el que siempre me trató, pese a que le rechacé aquella oferta que me permitió mejorar en mi empresa. En aquella comida, me dijo: “Aunque no fumes, quédate el puro del final y se lo das a ese señor de la barba”, que era Ángel, el senior de la información local. Y así lo hice. Y fui feliz al lado de éste monstruo de la comunicación con el que se va un molde irrepetible de tolerancia y respeto.
Luego fundamos Madridiario, en aquél otoño de 1999, y como siempre me quería a su lado, Mediavilla te implicaba en todos sus proyectos envolviéndote con una humanidad irrefrenable. Tanto, que ahí sigue su obra muchos años después, tras ser pionera en el mundo digital en el que nadie daba un duro por la aventura. Fue un ejemplo de lucha, de sacrificio para conseguir metas profesionales y personales, y por supuesto como periodista.
Ésta ciudad le debe tanto, que haríamos muy mal en no comenzar a preparar la inmortalización de quien luchó por ella y permaneció siempre dedicado a ella pese a poder pasar a pantallas aparentemente más sugerentes profesionalmente. Madrid se mereció tener en su historia un personaje como Constantino Mediavilla, y él se merece el recuerdo de todos.