Alberto Barciela.
Con la serenidad de las mareas calmas en las rías, los gallegos expresaron su parecer en las urnas. Lo hicieron con libertad y en democracia, obviando la marea de contaminación mediática, la prisa por crear otro “Prestige” y un debate nacional sobre amnistías e indultos. En esta campaña fuimos víctimas de un sistema perverso, propuesto por los mismos que nos intentaron inundar de pellets llegados de unos contenedores que alguien, algún día, nos explicará quién lanzó al agua y, lo más difícil, como pudieron abrirse.
Las tribus del Noroeste somos aguerridas, sabemos afrontar los temporales y aún más disfrutar del buen tiempo, pero sobre todo gozamos de una popular condición para saber decirlo todo callándose, mientras nos mantenemos en el descansillo de una escalera que sube y baja. Como si fuese una ironía de los resultados políticos y tomar decisiones cabales, ponderadas, extraídas de la experiencia de una vida esforzada en un paraíso en el que nadas es regalado.
Galicia con ‘sentidiño’
Galicia está de moda, sigue de moda, es moda y debería, como dicen ahora, marcar tendencia de “sentidiño”, de cómo encontrar la normalidad, la verdad, aquello que permita valorar, también en España, lo esencial sin estridencias, sin insultos, mirándose a los ojos, dialogando, consensuando lo sustancial y prioritario, aunque el rival desprecie o se obceque. Por ahí ha ido el estilo Rueda en los últimos días. Quizás en algo tan comprensible pueda que se encuentre la razón última de su victoria: el saber instalarse en el justo medio y defender la dignidad de Galicia, de este territorio al que desde el Gobierno de Madrid se le ha negado el pan y la sal -bien distinto a lo que en su día hizo Felipe González y el PSOE histórico-, mientras los madrigallegos negacionistas aledaños -léase Yolanda Díaz- jugaban a las tan vanguardistas “barbies”, a los 15-M, o a cosas que es mejor no pensar, pero que se acabarán sabiendo.
No hay que conformarse con la maravillosa estabilidad alcanzada para cuatro años, hay que usarla en favor de una realidad que funciona y puede hacerlo aún mejor si ajustan las dependencias de aquellos que no entienden ni palpitan ni quieren a Galicia; si se reclama, con la complicidad de la sociedad civil, lo que en buena lid y de manera solidaria nos corresponde; si se superan los estériles localismos; si las herramientas políticas -entiéndase los diputados y senadores en Madrid, eurodiputados en Bruselas- se ponen a trabajar más, mucho más, que por los intereses de Ferraz o de Génova o de cualquier otra sede o liderazgo espurio; si cada uno, en definitiva, aporta lo mejor de sí mismo, con inteligencia, eficacia, esfuerzo, constancia y respondiendo a cuanto nos une entre las nieblas de un hoy demasiado confuso, complicado y competitivo.
Nunca mais
No. “Nunca mais” a los desprecios, al daño intencional, a la dejadez sobre temas esenciales para nuestro porvenir. “Nunca mais” a situaciones como las que se dieron o se dan en Alcoa, con las ayudas europeas Next Generation, a la falta de ayudas suficientes para Altri y su proyecto de fibras textiles; “Nunca mais” al boicot de la electrificación necesaria para Stellantis; “Nunca mais” a la cesión en los cupos pesqueros. “Nunca Mais” negacionismo, negativismo. “Nunca mais” a los políticos y a la sociedad del “no por el no”.
Sí. “Mais” Galicia Calidade. “Mais” bienestar, “Mais” moda, “Mais” conservas, “Mais” industria, “Mais” cultura agroalimentaria; “Mais” turismo gestionado en sus flujos, desestacionalizado, regulado; “Mais” convivencia; “Mais” igualdad; “Mais” respeto. “Mais” digitalización. “Mais” sostenibilidad. “Mais” apoyo a los marineros, mariscadores, agriculturos, viticultores, etc. “Mais” reconocimiento a los Amancios Ortega, a los emprendedores, a los jóvenes. “Mais” apoyo a los humildes y desvalidos. Y menos impuestos.
Galicia es un pueblo antiguo, sabio y ejemplar. Una sociedad pequeña en la que cabe un mundo, y que si exportó “morriña” ahora ha dado una lección de equilibrio, oportunidad y “sentidiño”. Leer a un pueblo sabio es lo que deberían hacer aquellos que tanto nos han despreciado. Ese es el buen camino para todos. Eso pienso.