Alberto Barciela.
España es un destino global, deseado y deseable, interna y externamente. El turismo ha retornado con la salud a un remanso de paz, ocio y bienestar. Los visitantes añoran la manera de ser y entender la vida de los latinos, desean imitarla, por ende aprecian el clima, las instalaciones, la seguridad, la sanidad, la relación calidad-precio, la gastronomía, las ofertas de ocio. Había ganas de viajar y hay ahorros extras, todo ello ha influido en una eclosión que es imprescindible saber administrar con inteligencia.
España está de moda, volverá a encabezar el turismo mundial. Este país lo tiene todo bajo el sol o a la sombra, en el interior o en la costa, en la vaciada y en la llena, en las ciudades y en el rural. Es muy relevante en lo artístico y cultural, el tercer país del mundo con más ciudades y monumentos en la prestigiosa y exclusiva relación de la UNESCO sobre Patrimonio de la Humanidad. Un lujo resiliente.
España entera está plena de cascos históricos, de monumentos, de museos, archivos y bibliotecas, iglesias y catedrales o sinagogas o mezquitas, toda ella penetra en el pasado esplendoroso a través de cada rincón. En este país, la Historia se estudia en modernos campus universitarios, próximos a espacios naturales maravillosos. En cada rincón de esta piel de toro y de sus islas surgen ofertas inusitadas, parajes únicos con campos de golf, nieve, aguas termales, montañas, caza, pesca. Somos un pueblo soñador y galante, igual oteamos desde elevados acantilados que observamos puestas de sol que el horizonte de mares inmensos, con playas suaves. Nos guiamos por las estrellas de cielos puros y limpios y disfrutamos de luces de Navidad o de procesiones en Semana Santa. Somos humildes y festivos, alegres y bullangueros.
En España, en toda ella, cada rincón con sus peculiaridades, ofrecemos una buena mesa, servida de productos de temporada, de la huerta o del mar. Nuestros cocineros son los mejores del mundo.
El turismo ya está aquí. Pero, repito, el éxito hay que saber administrarlo. Los servicios han de ser impecables y suficientes. Tiene que ser posible atender a la demanda con equidad: conseguir billetes de avión, tren o taxis; ofrecer plazas suficientes para disfrutar de una tapa en un mercado de moda, reservar en los buenos restaurantes, adquirir entradas para un espectáculo o una catedral con cierta facilidad -o al menos conocer las alternativas-, y obtener una atención adecuada en un hotel o en un comercio. Hoy existen posibilidades para evitar la gentrificación, para reconducir flujos y evitar frustraciones entre quienes gastan su dinero en ocio. Ese es uno de los objetivo fundamentales de los profesionales y ha de serlo de todos. España tiene que ser una experiencia impecable. Hay que evitar morir de éxito.
Como bien ha escrito Germán Porras, uno de nuestros mayores y más serios expertos, hay que avanzar hacia ambiciosos objetivos: un turismo que sea «más rentable, más sostenible y de mayor calidad». El mismo Gobierno central lo exige, lo malo es que ha negado los PERTE (Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica) que, para conseguir mejorar, reclama el turismo español: la Mesa del Turismo, presidida por Juan Molas; la Asociación de Hostelería, con José Luis Yzuel; Exceltur, con Gabriel Escarrer; la AEPT, con Santiago Vallejo, y todas las asociaciones de profesionales. Se evidencia que se está desoyendo a la primera industria de este país, la que paga con sus impuestos la Educación, la Sanidad, las pensiones y la conservación de los espacios naturales. Es ilógico que sea así y el Gobierno lo sabe. A qué espera para rectificar.
Alberto Barciela
Periodista Miembro de la Mesa del Turismo de España @albrtobarciela