Más democracia

por Redacción

Alberto Barciela.

En un incierto escenario de policrisis, como bien califica en su último libro el periodista redondelano Ignacio Ramonet, el complejo escenario internacional, -en el que es un auténtico especialista-, inmersos en un huracán de sobresaltos, incertidumbres; sumidos en una vorágine de noticias ciertas, falsas o construidas y de imágenes transgresoras de lo que puede considerarse normalidad; en esa multiplicación exponencial de inquietudes económicas, políticas y sociales; ante la negación de los discursos racionales, el alejamiento del sentido común, la carencia de sólidas opiniones intelectuales aceptadas y la alteración de valores tradicionales, parece necesario detenerse, tomar aire y buscar, entre tantas nieblas, aquella luz que nos permita alcanzar consensos que aseguren un rumbo cierto, al menos, en aspectos tan básicos como la paz, la convivencia, la democracia, el civismo, la educación y la consideración del otro como un ser respetable, sea quien fuere y piense como piense. Para eso hace falta ejercer una democracia de calidad y con liderazgos claros y generosos.

Sí, hay que hablar y escuchar, plantear, discutir, discrepar, considerar, reconsiderar, exponer y atender al que se opone a nuestros planteamientos, plantear alternativas, consultar a los expertos y estar dispuestos a ceder en aspectos que más allá de las meras ideologías políticas religiosas, tendencias filosóficas y culturales, permitan vislumbrar un escenario de convivencia y bienestar general.

No resulta fácil el empeño, pero si hay algo intolerable en lo que podemos estar de acuerdo es la guerra, sea en Croacia, en Siria, en Yemen o dondequiera que se produzca. Lo son las dictaduras en todo lugar, y las hambrunas, el narcotráfico, la contaminación, la sobreexplotación de recursos -singularmente del agua o la energía-, la no planificación de las migraciones, en tanto en los países desarrollados existen problemas demográficos -en España, por ejemplo, miles de pueblos habitables abandonados o la falta de mano de obra-.

No se trata de subvencionar la vida, hay que gestionarla, planificarla y viabilizarla con ayuda de los muchos y grandes expertos y centros de estudio y evaluación que hay en cada materia, y que de forma reiterada vienen advirtiendo de los problemas, aportando soluciones viables, económicas en muchos casos y, por desgracia, desatendidas casi siempre.

Contribuir, auxiliar, ayudar, socorrer, apoyar, sufragar, financiar, pensionar, becar es imprescindible, al menos cuando la causa individual o colectiva lo justifica, pero utilizar los recursos públicos en sostener a vagos y maleantes, despreciar la cultura del esfuerzo, es fomentar el paro a costa de los que trabajan y cotizan; ofrecer servicios sociales a quienes no aportan nada a lo colectivo, no cotizan o invaden ilegalmente un país, es ir en contra del sistema social que sostenemos entre todos; ofrecer “herencias” a cambio de votos no es sumar, sencillamente es insultar a la inteligencia de los propios jóvenes a los que se pretende cautivar con golosinas envenenadas; y perseguir a los que crean riqueza y empleo, es kamikaze.

Un debate se puede ganar o perder, tener un mejor o peor día -lo saben bien, si lo piensan, los compañeros moderadores de Atresmedia-, lo que no debe es extraviarse el sentido de la realidad, ni desvanecer las referencias de lo cotidiano, ni confundir las formas. El fondo sigue siendo el mismo, hay que ponerse de acuerdo en lo esencial, antes de que la profundidad de los asuntos haga implosionar una nave en dificultades pero que navega. Más democracia, ese es el oxígeno.

Alberto Barciela

Periodista

Prensa Ibérica

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