Son nuestros ojos en la guerra. Periodistas que desde hace más de un mes, trasladan su mirada a la sociedad para asegurar que ésta comprenda la extraordinaria magnitud del horror. A la ardua misión de informar sobre un escenario complejo e impredecible propio de cualquier conflicto bélico, se suma el componente de hacerlo bajo un clima de riesgo extremo. Desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania han muerto 9 periodistas. Un balance sobre el que se apoyan muchos informadores sobre el terreno para reclamar mayores medidas de seguridad.
Diego Herrera es fotoperiodista freelance que desde el inicio de la invasión trabaja para la agencia de noticias turca Anadolu Agengy. Diariamente visita zonas bombardeadas, centros de entrenamiento militar y mantiene encuentros con oficiales de prensa. El fin de su jornada laboral lo marca el toque de queda. El reportero reconoce estar viviendo diariamente episodios de profundo terror. En Irpín, a 8 kilómetros de Kiev, relata que “encontramos los cadáveres de una madre, sus dos hijos y un voluntario que les estaba ayudando. Debió matarles la metralla. Justo cuando hicimos unas fotos empezaron a bombardear la misma zona y nos resguardamos en una pequeña barricada que habían hecho los militares”. Otro día, “estuve retenido seis horas junto a otros españoles. No sé de qué nos acusaban. Me esposaron. No sabían que éramos periodistas y no tenían protocolo. Fue una locura y un caos”.
La inseguridad es también la sensación predominante que sufre Sara Rincón, periodista autónoma que informa para La Sexta o el canal mexicano Televisa. Relata que pasó miedo «estando en la frontera de Polonia al notar por primera vez la explosión de una bomba en Leópolis, a 25 kilómetros de dónde yo estaba. Además, los militares imponen un montón. Viví situaciones muy tensas. Hay una falsa creencia de que los periodistas estamos a salvo”.
“Llegamos a la zona con pies de plomo”, cuenta Pablo Miranzo, periodista que informa para Crónica Global o Metrópoli Abierta, que hoy se encuentra en Uzhgorod, al oeste de Ucrania. Explica que “no podemos llegar a una plaza pública y hacer fotos. Hay muchos espías y los periodistas levantamos sospechas. En esos casos, la gente tiene órdenes de llamar a la policía. Por eso, al llegar, tenemos que identificar quién manda para pedir fotos”.
En un ambiente de riesgos y amenazas, los periodistas que cubren la zona coinciden en la enorme dificultad que presentan para conseguir chalecos, cascos y otros componentes esenciales de seguridad, cuyo precio hoy podría ascender hasta los 2.000 o 3.000 euros, multiplicando por diez al precio habitual. A algunos reporteros, este paquete se los proporcionan los medios de comunicación para los que trabajan por cuenta ajena. Otros, los consiguen en España, aunque no con pocas trabas, ya que los elementos deben cumplir una serie de requisitos específicos. El problema se agrava para los numerosos periodistas freelance, que generalmente no cuentan con el respaldo de los medios de comunicación.
Esta realidad es denunciada por Reporteros sin Fronteras, que calcula que hay más de 70 periodistas españoles sobre el terreno, muchos de los cuales, sin los adecuados equipos de seguridad. Aunque hay algunas empresas como Televisión Española o Agencia EFE que sí envían a periodistas contratados en plantilla, la mayoría de estas optan por contratar a informadores autónomos, para evitar, dicen, “pagar costes como dietas, seguros, alojamiento” o “asumir posibles responsabilidades en una zona de riesgo extremo”. Esta organización prestó junto a la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) los equipos que tenían disponibles, pero se quedaron sin existencias, según informan los periodistas.
La reportera Sara Rincón, señala que “un freelance no puede hacerse con un paquete de seguridad. Con mi productora sí viajamos con equipos, pero no tienen todos, no porque no se puedan costear sino porque no hay disponibles. Tengo compañeros que no han encontrado”.
¿Quién debe asumir la responsabilidad y los costes de seguridad? El reportero Pablo Miranzo propone “un modelo co-financiado entre periodistas, asociaciones de prensa y el Estado. Debería haber más apoyo público a periodistas independientes. Empecé la cobertura con un déficit de unos 700 euros y no sabía si lo iba a recuperar”.
El Estado debe ser el mayor responsable, para Sara Rincón. Considera que “debería asignar ayudas a los medios de comunicación para que puedan asumir los costes. Falta empatía por el periodista por parte de las instituciones. Somos los últimos en la cola. No se llega a comprender la importancia de nuestra profesión”.
Catalina Gómez, corresponsal freelance que trabaja para France 24, Doble U Radio Caracol, Radio Francia Internacional y La Vanguardia, explica que, “en France 24 dependemos de un jefe de seguridad. En medios españoles esa figura no existe. Es alguien que tiene nuestros datos de teléfono, e-mail, una aplicación que nos geolocaliza, teléfono satelital…Todo forma parte de una estrategia de seguridad para que la empresa se proteja en caso de que al periodista le pase algo”. En este sentido, señala “hay un bache entre medios británicos, estadounidenses y franceses respecto a los de lengua hispana”.
Aparte de la seguridad, los periodistas freelance defienden que las empresas deberían reflexionar sobre las condiciones salariales. “Es injusto que informar sea tan barato. No puede ser que te paguen 20 euros por una crónica de radio desde Ucrania y no te garanticen un seguro. Es una guerra muy peligrosa. No es una broma”, cuenta una periodista. Otro reportero señala que para una televisión árabe “negociamos un reportaje de 2.000 dólares, en la que trabajamos durante dos semanas tres personas, pero con la condición de que, una vez elaborado, tenían que verlo para valorar si lo aceptaban o no”.
Reporteros sin Fronteras considera que es momento de recuperar el Estatuto de Corresponsal de Guerra aprobado en 2005, que defiende que las empresas editoras asuman indemnizaciones en caso de fallecimiento o invalidez, faciliten medios y recursos de protección personal o designen a un responsable que coordine las guardias en redacción para que siempre haya un enlace encargado de tener localizado al reportero, entre otros. Medidas, que todavía hoy muchas empresas prefieren esquivar, priorizando su rentabilidad financiera sobre la seguridad de los periodistas. Personas que se juegan la vida para contar la guerra.
Fuente: Dircomfidencial